El cansancio de las tendencias del siglo XIX, especialmente el realismo, provocó en artistas y escritores un deseo de ruptura con el pasado. Pero la fractura que provocaron los movimientos de vanguardia con respecto al arte anterior estaba ligada a cambios políticos y sociales producidos con la llegada del siglo XX. Entonces una nueva concepción del mundo comenzó a gestarse.
Los puntales de lo que había sido la ideología positivista (libre comercio, fe en el progreso, idea de la redención del ser humano por el conocimiento, acceso a una mayor felicidad merced a los avances técnicos y científicos - aquellos elementos en los que se había sustentado la sociedad europea del XIX) se quebraron. El proceso se aceleraría durante la guerra, cuando los frutos de ese progreso contribuyen al horror. A partir de ahí, el "imaginado jardín de la cultura liberal" fue vencido y quedó deshecha la relativa coexistencia pacífica europea de casi un siglo, "desde la batalla de Waterloo hasta la del Somme", en palabras de George Steiner.
Sólo así, tras un proceso traumático en el que la guerra cambia el mapa europeo (para Hauser, el siglo XX comienza realmente después del conflicto), deshace imperios, provoca revoluciones y propicia el ascenso y triunfo de ideologías totalitarias, se comprende el agitado discurrir del periodo siguiente, que coincide con el momento de mayor actividad de las vanguardias.
Tampoco hay que olvidar que la guerra condicionaría personalmente a muchos de los protagonistas de dichas vanguardias, bien porque la hicieron (Breton, Aragon, Cendrars, Brecht, Weiss), bien porque murieron en ella o inmediatamente después (Marc, Macke, Stramm, Sorge, Trakl, Apollinaire), o bien porque fueron desertores del conflicto, como ocurre con el grupo dadaísta, con Tristan Tzara a la cabeza.
La guerra agudizó también cierta idea de la inutilidad del arte por el arte, modalidad que ya no parecía tener sitio en la vida moderna. Es por eso por lo que una de las labores del creador iba a ser la de ponerse en contra de la lógica y la moral, el honor, la religión, la patria o familia, elementos considerados convencionalismos de un pasado rechazable.
España, pese a la neutralidad oficial, vivió gran agitación política y social que sacudió Europa como consecuencia de la Revolución rusa. El periodo culminante de las vanguardias coincidió con una nueva fase de cambios en España: el reinado de Alfonso XIII, una progresiva descomposición de los partidos dinásticos, y el distanciamiento entre la "España oficial" y la "España real". En 1921, el asesinato del presidente y la guerra de Marruecos aceleraron el fin del "turno pacífico" de partidos en el poder, propiciando la dictadura de Rivera a partir de 1923.
Todo esto tuvo reflejo en el mundo de la cultura y del pensamiento. Se tenía conciencia de las causas, de vivir un tiempo nuevo y de que ello afectaba al arte. Se producirá así un cambio de talante que afecta a los más variados órdenes de la vida.
Otro factor importante que influye en el origen y desarrollo de las vanguardias es el referido a los avances tecnológicos. Surgen los diferentes movimientos en un momento de avances vertiginosos -y desconcertantes- en distintos campos (cine, radio, aviones, armas, carros, etc.). Estos avances funcionan como origen de una nueva sensibilidad artística y como inspiración de una nueva iconografía, algo que también ocurre con respecto a la cultura urbana y los nuevos hábitos de vida característicos del siglo XX.
Sara Da Rocha
Fuentes:
Alonso, F. (s. f.) Las vanguardias. Recuperado de http://www.alonso-gonzalez.net/literatura/vanguardias.htm el 15 de diciembre de 2016.
Las vanguardias en España. (s. f.) Recuperado de http://aureliotrigueros.blogspot.com/p/las-vanguardias.html el 15 de diciembre de 2016.
Fernández López, J. (s. f.) Los moviemientos literarios de vanguardia. Recuperado de http://hispanoteca.eu/Literatura%20espa%C3%B1ola/Generaci%C3%B3n%20del%2014/Los%20movimientos%20literarios%20de%20vanguardia.htm el 15 de diciembre de 2016.
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