viernes, 14 de julio de 2017

La intrahistoria en "El jinete polaco"



La presente obra de Antonio Muñoz Molina pertenece a un grupo de novelas de las dos últimas décadas del siglo XX interesadas por la Historia, en especial en el episodio de la Guerra Civil. Los autores de este grupo de obras siguen a menudo los pensamientos de Hayden White y de los historiadores posmodernistas que equiparan los recursos de los historiógrafos a los de los escritores de ficción. De este modo se repasan la Guerra Civil y la posguerra haciendo hincapié en la tensión entre los hechos históricos y el mundo de la intrahistoria, que narran los personajes dentro de lo que son sus vivencias personales, para explicar los acontecimientos históricos. Según Ibáñez en la presente obra, lo que el bando vencedor vino a denominar “cruzada” de 1936 resulta necesario para la trama, pero la lucha ideológica de las novelas anteriores ha desaparecido. La Guerra Civil se ha acabado convirtiendo en un mito que ha dejado de funcionar en la nueva narrativa. No son los acontecimientos los que interesan, sino el conflicto en sí.


En literatura tenemos la posibilidad de conocer las pasiones que mueven a los personajes, cosa que en la historiografía solo se puede, si acaso, conjeturar. La historiografía, al considerarse una ciencia, no puede describir procesos interiores de sus personajes, pues carece de esta información. Sin embargo, en el ámbito de la literatura existe la posibilidad de comprender a los seres humanos gracias a la imaginación. De este modo, el héroe de los republicanos de Mágina y padre de Nadia, que pretendió anular el alzamiento matando al teniente Mestalla de un tiro en el pecho, militar orgulloso hacia el exterior, era en el fondo de su alma un hombre desesperado, desgraciado en sus relaciones amorosas y que no descubre su capacidad de amar hasta tener a su hija. Este aspecto trágico del personaje no lo conocerá nunca la historiografía.



En realidad, esta novela es en cierta medida una autobiografía donde el tema no es la Guerra Civil sino las vidas y los conflictos de los personajes, héroes creados artificialmente, pero condicionados por sus tragedias. No vemos el frente ni soldados luchando. Tampoco hay documentos sobre la guerra, pues el archivo ha sido trasladado a Madrid. Las referencias son orales y lo curioso es que no hay un bando preferido sobre otro. Según Ibáñez Ehrlich, la novela capta la guerra de forma mítica y ésta tiene una determinada función en la novela: es el contexto en el que se desarrollan las vidas de los personajes. Los hechos históricos se cuentan desde un mundo de voces de personajes ya muertos, pero que nos introducen en la vida de cuatro generaciones de españoles narrando lo que se denomina su microhistoria. La novela tiene el aspecto de memoria fabulada en la que los recuerdos y las experiencias del autor tienen un papel fundamental.

La autobiografía ficticia es el género en el que se mueve esta novela y es el que mejor se ajusta a la intención del autor pues la técnica es más adecuada a la naturaleza no linear de los recuerdos. De este modo, la novela también avanza a saltos mediante analepsis y prolepsis en una progresión semejante a la de los recuerdos. Esto, junto al el uso de un lenguaje ambiguo, requiere que el lector implícito se vuelva mucho más activo ya que debe seguir y descifrar las pautas del autor implícito que está jugando con la realidad en la obra de ficción.

Fernando J. Toro 
Fuente:(pp.181-182)  http://www.google.co.ve/url?sa=t&rct=j&q=&esrc=s&source=web&cd=2&cad=rja&uact=8&ved=0ahUKEwj0q5yj5YnVAhUK6CYKHWphDGEQFggpMAE&url=http%3A%2F%2Frevistas.ucm.es%2Findex.php%2FDICE%2Farticle%2FviewFile%2F43636%2F41252&usg=AFQjCNHrusU6z72VJEMjmFWy7p_zOYF8-g

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