La
presente obra de Antonio Muñoz Molina pertenece a un grupo de novelas de las
dos últimas décadas del siglo XX interesadas por la Historia, en especial en el
episodio de la Guerra Civil. Los autores de este grupo de obras siguen a menudo
los pensamientos de Hayden White y de los historiadores posmodernistas que equiparan
los recursos de los historiógrafos a los de los escritores de ficción. De este
modo se repasan la Guerra Civil y la posguerra haciendo hincapié en la tensión entre
los hechos históricos y el mundo de la intrahistoria, que narran los personajes
dentro de lo que son sus vivencias personales, para explicar los
acontecimientos históricos. Según Ibáñez en la presente obra, lo que el bando
vencedor vino a denominar “cruzada” de 1936 resulta necesario para la trama,
pero la lucha ideológica de las novelas anteriores ha desaparecido. La Guerra
Civil se ha acabado convirtiendo en un mito que ha dejado de funcionar en la
nueva narrativa. No son los acontecimientos los que interesan, sino el
conflicto en sí.
En
literatura tenemos la posibilidad de conocer las pasiones que mueven a los personajes,
cosa que en la historiografía solo se puede, si acaso, conjeturar. La historiografía,
al considerarse una ciencia, no puede describir procesos interiores de sus
personajes, pues carece de esta información. Sin embargo, en el ámbito de la literatura
existe la posibilidad de comprender a los seres humanos gracias a la imaginación.
De este modo, el héroe de los republicanos de Mágina y padre de Nadia, que
pretendió anular el alzamiento matando al teniente Mestalla de un tiro en el
pecho, militar orgulloso hacia el exterior, era en el fondo de su alma un hombre
desesperado, desgraciado en sus relaciones amorosas y que no descubre su capacidad
de amar hasta tener a su hija. Este aspecto trágico del personaje no lo conocerá
nunca la historiografía.
En
realidad, esta novela es en cierta medida una autobiografía donde el tema no es
la Guerra Civil sino las vidas y los conflictos de los personajes, héroes
creados artificialmente, pero condicionados por sus tragedias. No vemos el
frente ni soldados luchando. Tampoco hay documentos sobre la guerra, pues el
archivo ha sido trasladado a Madrid. Las referencias son orales y lo curioso es
que no hay un bando preferido sobre otro. Según Ibáñez Ehrlich, la novela capta
la guerra de forma mítica y ésta tiene una determinada función en la novela: es
el contexto en el que se desarrollan las vidas de los personajes. Los hechos
históricos se cuentan desde un mundo de voces de personajes ya muertos, pero
que nos introducen en la vida de cuatro generaciones de españoles narrando lo
que se denomina su microhistoria. La novela tiene el aspecto de memoria
fabulada en la que los recuerdos y las experiencias del autor tienen un papel
fundamental.
La
autobiografía ficticia es el género en el que se mueve esta novela y es el que mejor
se ajusta a la intención del autor pues la técnica es más adecuada a la naturaleza
no linear de los recuerdos. De este modo, la novela también avanza a saltos
mediante analepsis y prolepsis en una progresión semejante a la de los recuerdos.
Esto, junto al el uso de un lenguaje ambiguo, requiere que el lector implícito
se vuelva mucho más activo ya que debe seguir y descifrar las pautas del autor
implícito que está jugando con la realidad en la obra de ficción.
Fernando
J. Toro
Fuente:(pp.181-182)
http://www.google.co.ve/url?sa=t&rct=j&q=&esrc=s&source=web&cd=2&cad=rja&uact=8&ved=0ahUKEwj0q5yj5YnVAhUK6CYKHWphDGEQFggpMAE&url=http%3A%2F%2Frevistas.ucm.es%2Findex.php%2FDICE%2Farticle%2FviewFile%2F43636%2F41252&usg=AFQjCNHrusU6z72VJEMjmFWy7p_zOYF8-g
No hay comentarios:
Publicar un comentario