En Últimas tardes con Teresa, Marsé
estructura todo su perspectivismo irónico en dos mundos antagónicos de la
Barcelona de los años cincuenta: la alta sociedad de la exclusiva zona de San
Gervasio representada por Teresa Serrat, y el barrio del Carmelo, suburbio
habitado por delincuentes del que procede Pijoaparte, un charnego murciano, de
buen porte y con un cierto atractivo entre tierno y chulesco que no deja
indiferente a la rubia Teresa. Para su madre, la señora Serrat: “El Monte
Carmelo era algo así como el Congo, un país remoto e infrahumano, con sus leyes
propias, distintas. Otro mundo”.
A lo largo del relato, el novelista catalán va
evocando algunas de las imágenes más consistentes de la novela urbana de
nuestro tiempo. Olores y sensaciones, atrapados en el discurso narrativo del
autor, huyen apresuradamente de las líneas del texto para instalarse en la
mirada del lector al que hacen partícipe de ese recuerdo en el contraluz de una
Barcelona que yace en el pasado. Una aventura, hoy teñida de añoranza, que nos
invita al comienzo de la obra junto a Pijoaparte a recorrer los cuidados
vergeles de las torres de San Gervasio, particularmente en la mansión donde el
murciano se movía con sigilo entre recortados setos buscando a Teresa durante
la noche de San Juan:
“El
jardín exhalaba aromas untuosos, húmedos y ligeramente pútridos mientras él
caminaba hacia el bufet: se abría paso entre hombros dorados, vaharadas
dulzonas de jóvenes cuerpos sudorosos y nucas bronceadas, axilas al descubierto
y pechos agitados. Le oprimían, mientras preparaba las bebidas. Jamás había
notado tan próximo el efluvio de unos brazos tersos y fragantes, el confiado
chispero de unos ojos azul celeste”. (2000, Marsé p. 9)
La novela
urbana mediante la escenificación de tantas y tan variadas historias ha
terminado por reinventar la ciudad, mostrando no solo el pasado y el presente
de la misma, sino también el lado más complaciente y el más oscuro de la mano
de actores y espectadores que han compartido el mismo teatro, el de la calle y
la plaza pública. De esta forma, el espacio físico de la Barcelona de Marsé es
ante todo un espacio mental donde deambulan unos actores extraviados y rotos
que van hilvanando, como en otras ciudades literarias, un continuo diálogo
entre la ciudad real y la ficticia.
Como muy bien advierte Ana Rodríguez Fischer,
el autor de Rabos de lagartija se adueñó de una ciudad, de unas gentes,
de su memoria, de su lenguaje y de su intrahistoria en un tiempo de infamia y
sacristía, y que ha ido explorando con piedad, humor, ironía y sobre todo con
sarcasmo, como hemos indicado anteriormente en este lenguaje renovado de la
novela social. De ahí que esa ironía, mezcla de rabia y ternura a la vez, se
extiende sobre la cartografía de la capital catalana para que Marsé dibujara
una especie de caricatura de algunos de los modelos sociales más
representativos de la época: la burguesía barcelonesa y los charnegos.
Fernando
J. Toro
Fuentes:
Marsé, J. (2000) Últimas tardes con
Teresa. Argentina: Tauro.
http://www.google.co.ve/url?sa=t&rct=j&q=&esrc=s&source=web&cd=1&ved=0ahUKEwjO07ag6onVAhVM6CYKHaKrBbcQFgghMAA&url=http%3A%2F%2Fsmaris.edu.ec%2Fwp-content%2Fuploads%2F2017%2F03%2FMarse-Juan-Ultimas-Tardes-Con-Teresa-3ro-BI.pdf&usg=AFQjCNErOC5teJneFFZYDExNLt1bjmwsqw
No hay comentarios:
Publicar un comentario