sábado, 28 de enero de 2017

Don Juan y el romanticismo español



POR JUAN PABLO FUSI Miércoles, 05-11-08

  «ESPAÑA, aún hoy es un país aparte, separado en historia, usos, costumbres y modos de pensar de todo el resto de Europa», escribió Irving en Cuentos de la Alhambra: «es un país romántico», concluía. Puede ser. Larra veía, sin embargo, la España en que él escribía (1828-36) como una sociedad de «ociosos y habladores», pendientes de la maledicencia, del juego y de las relaciones sociales -visitas, tertulias, teatro, ópera, cafés-, en la que ser funcionario y tener un sueldo constituían las máximas aspiraciones sociales; como una sociedad vulgar, mediocre, inculta, sin estímulos («Madrid es el cementerio», escribía en noviembre de 1836), donde escribir era llorar, y donde el cambio político de 1833 había traído a los «facciosos», esto es, la guerra carlista, y un liberalismo débil y conservador. Cuasi, título de un artículo que publicó el 9 de agosto de 1835, era para él la palabra clave. En España había -escribía- «...unas cuasi instituciones reconocidas por cuasi toda la nación; una cuasi-Vendée en las provincias con un jefe cuasi imbécil; una cuasi libertad de imprenta...». España estaba «cuasi siempre regida por un Gobierno de cuasi medidas». Existía «una esperanza cuasi segura de ser cuasi libres algún día»; era un país, añadía, de «muchos hombres cuasi ineptos».

   Paradójicamente además, España, el país romántico, no tuvo un romanticismo fuerte, y si lo tuvo fue, en todo caso, con la excepción de Espronceda, un romanticismo conservador y tradicionalista. En efecto, como movimiento literario, el romanticismo español, que participó de todas las características del romanticismo europeo -imaginación, pasión, melancolía, gusto por lo legendario, lo tenebroso y lo fantástico-, tuvo muy escasa entidad. De los poetas (duque de Rivas, Escosura, García Gutiérrez, Ros de Olano, Gil Carrasco, Zorrilla, García Tassara...) sólo se salvarían Espronceda (El Estudiante de Salamanca, El Diablo Mundo, Canciones...) y Bécquer, éste ya tardíamente, en la década de 1860. La novela romántica -que cultivaron Larra (El doncel de Don Enrique el doliente, 1834), Fernán Caballero (La gaviota, 1849), Martínez de la Rosa (Doña Isabel de Solís, reina de Granada, 1837), Patricio de la Escosura (el conde de Candespina, Ni rey ni roque), Rafael Húmara (Ramiro, conde de Lucena, 1823) y otros- fue un fracaso, no resistió el paso del tiempo. La literatura costumbrista (Mesonero Romanos, Larra, Estébanez Calderón), contemporánea del romanticismo, tuvo, comparativamente, mayor calidad y, por ello, mayor vigencia.

  El teatro romántico, que encontró su inspiración en el retorno al teatro clásico del Siglo de Oro, produjo en cambio varios dramas perdurables (La conjuración de Venecia, 1830, de Martínez de la Rosa; Don Álvaro o la fuerza del sino, 1835, de Ángel de Saavedra, duque de Rivas; El trovador, 1836, de García Gutiérrez; Los amantes de Teruel, 1837, de Juan Eugenio de Hartzenbusch) y un éxito, con el tiempo, memorable, Don Juan Tenorio (1844) de José Zorrilla, autor que se había dado a conocer en ocasión dramáticamente romántica, al leer unos melancólicos y efectistas versos en el entierro de Larra el 15 de febrero de 1837, y que había estrenado previamente, y con gran éxito, El zapatero y el rey (1841-42).

  Versión romántica, efectivamente, de El burlador de Sevilla de Tirso de Molina (1616) y de No hay plazo que no se cumpla y deuda que no se pague o el convidado de piedra de Antonio Zamora (1714), la obra de Zorrilla era indudablemente una de las versiones más eficaces y atractivas del mito de don Juan, para entonces ya un mito universal (del que se habían ocupado, por ejemplo, Moli_re, Mozart, Byron y Dumas). Don Juan Tenorio de Zorrilla era un prodigio de versificación fácil y pegadiza, y a veces declamatoria, sobre una construcción teatral muy hábil apoyada en una acción intensa que mantenía vivo en todo momento el interés del público. Además de don Juan, Zorrilla incorporaba a la obra nuevos personajes y tipos singulares y bien definidos: doña Inés, don Luis Mejía, la Brígida. Potenciaba los elementos ya usuales en el romanticismo: historicismo (la trama sucedía en Sevilla, hacia 1545), panteones, nocturnidad, conventos, estatuas espectrales, muertes, sombras. Jugaba con pasiones esenciales, como el amor, los celos, la seducción, el rapto, la traición, el escándalo, la profanación, la muerte, la salvación. El don Juan de Zorrilla aparecía en escena como el arquetipo del mito: seductor, fanfarrón, pendenciero, mujeriego, transgresor, desafiante, libertino. Pero Zorrilla añadía al tema una variable original, que daba al personaje una mayor complejidad psicológica, y al drama, un sentido nuevo. El don Juan de Zorrilla era, en efecto, un don Juan enamorado y un don Juan redimido por el amor puro y espiritual de doña Inés. El tema de la obra era así, ahora, el tema de la salvación y la redención por el amor: misericordia de Dios y apoteosis de amor, titulaba intencionadamente Zorrilla el tercer y último acto de su drama.

  Zorrilla combinaba así en su Tenorio tres temas a la vez atractivos y reconfortantes para el público bienpensante español: el mito de la masculinidad absoluta, la pureza y espiritualidad del amor de la mujer, y el arrepentimiento y conversión final del héroe libertino y seductor. Subtituló su obra como «drama fantástico-religioso». Lo era. La lectura que podía hacerse del desenlace de su Don Juan Tenorio era inequívoca: una defensa de la tradición, de la religión, de la clemencia divina. La obra venía a ser, así, como la encarnación del romanticismo español: un drama conservador y tradicionalista para un romanticismo integrado y moderado. Zorrilla mismo fue más un profesional de las letras atento al éxito comercial y a los gustos del público, que un escritor que pensara y se planteara las preocupaciones existenciales y estéticas, el mundo moral y la filosofía política del romanticismo.


Comentario: Don Juan Tenorio nos presenta al seductor enamorado de Doña Inés, quien al final de la historia logra ser su redentora hacia el cielo, como manifestación fantasmal, pura de su amor, salvándolo así del espectro del Comendador, quien venía a llevárselo al infierno. Esto es un elemento denotativo que podemos diferenciar dentro del Don Juan Tenorio de José Zorrilla.

Publicado por: Eslany Indriago, Milimar López y Sergio Pineda.

INTRODUCCIÓN AL ESTUDIO DEL ROMANTICISMO ESPAÑOL


  En el libro Introducción al estudio del Romanticismo español, (1936) puede considerarse cronológicamente la primera obra importante de la amplia bibliografía de Guillermo Díaz-Plaja. Pese a su juventud –escrito a los 26 años¬ un jurado presidido por Antonio Machado, y compuesto por Pío Baroja, Ángel González Palencia, Pedro de Répide y José Montero Alonso, le otorgó el Premio Nacional de Literatura de 1935. El galardón al libro fue un reconocimiento a la calidad de sus análisis y a su capacidad de síntesis para hacer comprender un período de las letras españolas del siglo XIX hasta entonces poco estudiado. La obra es una reelaboración ampliada de sendos cursos impartidos por el autor en la Universidad de Barcelona en los años académicos 1933-34 y 1934-35.

  El autor comienza el estudio con el encuadre cronológico del fenómeno literario y cultural romántico en la época como un cambio de parámetros estéticos y de contenido con la idiosincrasia y los cánones del Barroco y del Neoclasicismo que le precedieron en el XVII y XVIII pero que sirvieron para su caldo de cultivo. “El Romanticismo es un fenómeno surgido del movimiento general de las ideas del Setecientos; es la versión estética de la rebelión individualista que preconiza el racionalismo, de la libertad que propugna la Enciclopedia, de la defensa de la pasión que va desde Spinoza a Rousseau”. (pág.15) “El Romanticismo es el derecho a lo plural, a lo relativo, a lo pasajero; es por tanto una crisis de la Clasicidad”, (pág. 17) dice en su introducción el autor.

 “Una gran parte del Romanticismo español se acomoda a la distinción hegeliana que separa el mundo clásico del romántico-cristiano” (pág. 23) añade, al comenzar por esta faceta religiosa, una característica de algunos poemas que ensalzaban valores cristianos como las Cruzadas y las virtudes de sus caballeros. Sin embargo, esta tendencia al inicio del movimiento tradicional cristiano irá dejando paso después a una visión más laica “de tipo totalmente distinto: revolucionario, paralelo a la época que siguió a la larga represión fernandina” (pág. 26) y contemporáneo a las Cortes constituyentes de Cádiz.

 El estudio enfoca a continuación el concepto de poesía que caracteriza al Romanticismo, concebido en la línea platónica como una “embriaguez” frente a la “mímesis” o imitación del concepto de la poética aristotélica. “El Romanticismo no concibe otra poesía que la inspirada, el autor hace circular el mundo alrededor de su yo” (pág. 38) y cita a Feijoó quien señala que “el entusiasmo es esencial para la poesía”. (pág. 39) En el mundo romántico “lo que se valora en el yo es el aspecto afectivo, sentimental”, mientras se rechaza “lo retórico, lo metafórico, lo alambicado” (pág. 40) de las épocas precedentes.

  En ese contexto de inspiración espontánea se renuncia las fórmulas de métrica poética a la vez que tanto en su forma como temáticamente se ensalzan y recuperan los romances medievales como obra del pueblo, como expresión del sentimiento popular.

 En el capítulo titulado “El yo romántico y su circunstancia” el autor destaca que “acaso la característica más radical del Romanticismo consista en el choque dramático entre el yo (subjetivo) poético y el mundo (objetivo) que le circunda… A esto se puede llamar, posiblemente, idealismo romántico”. (pág. 53) Otro aspecto capital de la literatura de la época es la “conciencia de soledad” del escritor. Esa soledad lleva a una confrontación entre el idealismo individual y la realidad objetiva del mundo con todas sus miserias. “Y el choque sólo da esa espantosa soledad que conduce a la locura y a la muerte”. Eso lleva a una trágica correlación con el suicidio, precedido por largos soliloquios en los diarios íntimos y a veces desesperados de los escritores románticos. Por eso “todo libro intimista es un cuaderno de soledades, un prólogo del suicidio”. (pág. 55)

  En ese contexto está claro que, sin llegar necesariamente al drama previamente, el autor romántico, “favorece el sentimiento por encima de la razón” (pág.57). Para poner por encima de la razón “ha de poner en primer plano el aspecto sentimental, afectivo”(pág. 58) “Los poetas románticos, en suma, han de proclamar la supremacía de lo sentimental amoroso”. (pág. 60) El autor también subraya la importancia de la naturaleza en libertad, del paisaje como elemento inspirador de los escritores románticos y su fascinación por el enigma melancólico de las ruinas, o macabro de los sepulcros, o por las noches de luna llena.

 Como es inevitable ¬y ha devenido un tópico y sinónimo en la acepción vulgar del concepto romántico¬ el amor por la mujer ocupa un lugar central en la poesía de la época. Para esto los escritores configuran un ideal femenino con un arquetipo que “a través de las descripciones de los poetas podemos ir dibujando una silueta que conviene a sus mejores sueños”. (pág.103) En Bécquer “el ideal femenino es una pura proyección espiritual” (pág. 105) que se refleja en su “predilección es por figuras afinadas (más esbeltas que altas), cabello rizado, ojos azules, con ingredientes de exotismo y mordacidad. En general para los poetas románticos “la mujer es una figura celestial,” (págs. 103 y 104)… “un ángel de luz” (pág. 105), fruto de “un entusiasmo idealizador” que contrasta con “la atroz decepción que el contacto de la realidad le procura”. (pág. 104)

Para esta sinopsis se ha utilizado la edición de 1936 (Editorial Espasa-Calpe. Colección Austral).

Fuente: http://www.guillermodiazplaja.com/libros-fundamentales/introduccion-al-estudio-del-romanticismo-espanol/

Publicado por: Eslany Indriago, Milimar López y Sergio Pineda.



NOCIONES GENERALES DEL ROMANTICISMO


   El Romanticismo es un movimiento general que revolucionó Europa en la primera mitad del s. XIX.

    A mitad del siglo XVIII, empieza a manifestarse en algunos países europeos, sobre todo Alemania e Inglaterra, un nuevo movimiento cultural revolucionario contrario al Racionalismo ilustrado. El movimiento, que triunfa en Europa en los primeros treinta años, se da en España con un cierto retraso, a causa de la situación política del país, cuando Alemania, Francia e Inglaterra evolucionan hacia nuevas tendencias.

La génesis del movimiento romántico

La aparición del Romanticismo está ligada a tres tipos de factores:

1. Factores políticos

  Liberalismo y Romanticismo se identifican. Los ideales románticos son incompatibles con el absolutismo o el despotismo ilustrado del XVIII.

2. Factores socio económicos

   En esta época destaca el triunfo de la burguesía sobre las demás clases como grupo dirigente. La burguesía adoptará un talante liberal en sintonía con la ideología romántica.

3. Factores culturales

  Desde el punto de vista filosófico, el romanticismo procede del idealismo alemán. El idealismo aparta de la filosofía su preocupación por los objetos exteriores y orienta su atención hacia el YO como realidad primordial y absoluta.

El Romanticismo en España

   El Romanticismo español tuvo una duración corta, pero intensa. Desde principios de siglo, algunos intelectuales y periódicos manifestaban una oposición clara a los principios del Neoclasicismo, pero fue en 1833 con el regreso de los exiliados cuando las ideas estéticas del Romanticismo se imponen. El fervor romántico se disipó pronto y a finales de los cuarenta se empieza a divisar una nueva estética.

  El Romanticismo español tiene como punto de partida el rechazo del movimiento anterior, el Neoclasicismo y la proclamación de la libertad e independencia del artista.

  En España, el Romanticismo dominará desde 1835 hasta 1845 aproximadamente, aunque el debate sobre las ideas románticas se inició en 1814 con la polémica sobre el teatro que tiene lugar en El Mercurio Gaditano entre José Joaquín de Mora y Nicolás Bohl de Faber, en la que se cuestionaba la superioridad de arte clásico (Mora) y la importancia del teatro del s. XVII, especialmente Calderón (Böhl).

Se distinguen tres etapas:

Prerromanticismo (1814-1835): Escritores formados en el racionalismo del siglo XVIII adoptan las nuevas ideas: Nicasio Álvarez Cienfuegos, Manuel José Quintana, Alberto Lista.

Romanticismo (1835-1845): Triunfa el movimiento con la obra de Duque de Rivas, Martínez de la Rosa, José de Espronceda, Mariano José de Larra y José Zorrilla.

Posromanticismo: A este pertenecen G.A. Bécquer y Rosalía de Castro. Estos crearon su obra cuando ya reinaba la estética realista. En 1854, el joven Valera constata el fin del movimiento romántico. En 1849, ya despunta la estética realista con la publicación de La gaviota de Fernán Caballero.

Una nueva visión de la realidad

   El Romanticismo supuso una nueva forma de entender el mundo. Es una nueva visión de la realidad que se caracteriza por dar la supremacía al individuo (culto al yo) sobre la sociedad.

   El romántico está convencido de que su bien más preciado es la libertad.

Libertad política: el romántico defiende el derecho a expresar sus puntos de vista y a participar en el gobierno de la nación.

Libertad moral y religiosa: Para el romántico ni las leyes morales ni religiosas determinan su conducta. Defiende la libre manifestación de sus sentimientos y pasiones.

Libertad de sentimientos: el romántico defiende la expresión (violenta, a veces) de los sentimientos y emociones.

   Mantiene una actitud idealista que no se corresponde con la realidad y que lleva al romántico a la rebeldía. La sociedad pone trabas a su libertad, por ello adopta una actitud rebelde contra las normas y lo establecido. En su idealismo, el romántico aspira a realidades más allá del mundo sensible. Patria, Mujer, Amor… son ideales concretos que persigue con apasionado afán.

   La sociedad vence al individuo. Cuando el romántico ve que su lucha está perdida, se siente abatido e impotente. Asoman entonces sentimientos de vacío, soledad, desengaño, insatisfacción, el llamado “mal del siglo”.

  En esas circunstancias, al romántico sólo le queda el aislamiento o la evasión. El enfrentamiento entre su espíritu idealista y la realidad le lleva muchas veces a desear la muerte (el suicidio) o a evadirse hacia lugares lejanos, apartados, exóticos o hacia épocas pasadas (surge un interés hacia la Edad Media). El romántico es un ser atormentado y triste, siempre a la búsqueda de lo inalcanzable. El pesimismo lo envuelve todo; el desengaño destruye al amor; el tiempo, la juventud; el más allá se presenta con misterio y duda; el dolor y la injusticia dominan la sociedad. La consecuencia de este cansancio de vivir es la búsqueda de la muerte, que se alza como liberadora.

La estética romántica

   Los románticos crearon y recrearon unos temas, unos personajes y unas formas estéticas muy concretas derivadas del individualismo y el ansia de libertad.


  • La exaltación del yo y el individualismo. El escritor romántico es anti-racionalista; valora la expresión de su subjetividad y de su conflicto interior, de sus sentimientos, emociones y pasiones.


  • El amor es el sentimiento máximo. El romántico vive el amor de dos formas: revestido de impetuosa pasión (Larra) o con dolorida melancolía (Bécquer). Siempre es un amor que rompe las convenciones sociales. El fin de este amor es muchas veces una muerte trágica (Los amantes de Teruel).


  • En su afán de rebeldía y libertad. Busca la evasión en el espacio. Busca espacios diferentes opuestos a la vulgaridad de la vida cotidiana. Recrea espacios apartados, misteriosos (cementerios, ruinas, ambientes sepulcrales, iglesias, castillos, altas cumbres, mar impetuoso, selvas inaccesibles...).


  • Evasión en el tiempo. La distancia en el tiempo vuelve misteriosas las épocas pasadas. El romántico siente predilección sobre todo por la Edad Media. La evasión en el pasado está motivada por el rechazo del presente y por el anhelo de reforma social, política, cultural y literaria.


  • Evasión en el sueño. El romántico encuentra en el sueño la posibilidad de eludir la realidad y viajar hacia el misterio. El sueño se convierte en un verdadero “estado poético” a través del cual el artista puede conocer aquello que es inaccesible en el estado de vigilia.

Toma como ejemplo personajes solitarios que viven al margen de las normas establecidas (DQ, Don Juan) o más genéricos (el pirata, el bandolero).


  • La naturaleza se presenta con toda su violencia y majestuosidad (rayos, truenos, niebla...) como reflejo del espíritu apasionado y atormentado del artista y deja de ser un mero decorado o un testigo indiferente.

Crea un nuevo concepto de la naturaleza, entendida como algo dinámico y sobre la que proyecta sus sentimientos.


  •     Patriotismo. Se exaltan los valores nacionales, las costumbres populares y el folclore de cada país con una idealización del pasado. Existe un claro sentimiento nacionalista.


  •      Motivos históricos y costumbristas. El Romanticismo se interesó más por la Edad Media que por otra época histórica. De ella recogió motivos y personajes (reyes, árabes…). El artista romántico también se interesa por las tradiciones y costumbres, por lo que se interesa por el folklore regional (canciones, bailes, trajes…). La expresión literaria de estas costumbres de hace desde una perspectiva idealizada lo que la distingue de la novela realista.


  •       El romántico todo lo observa con la imaginación y la fantasía que son las únicas potencias capaces de transmitir lo misterioso, lo sobrenatural. 


  •     La libertad justifica también el rechazo por las convenciones estéticas tradicionales. El estilo romántico se caracteriza por el empleo de recursos efectistas (abundancia de adjetivos sensoriales), por la incorporación de un vocabulario de las emociones y del misterio. Desaparece la armonía y el equilibrio del neoclasicismo para dar paso a un estilo violento y dinámico.

Los géneros literarios

Durante el Romanticismo el teatro y la poesía fueron los géneros literarios por excelencia.

El teatro

El género dominante fue el drama. El drama romántico se define por una serie de rasgos:

a. La eliminación de las tres unidades clásicas

b. El empleo del verso o la mezcla del verso y la prosa

c. La mezcla de lo trágico y lo cómico, lo popular y lo aristocrático…

d. La introducción de grandes efectos escénicos

e. La preferencia por los temas históricos

f. El planteamiento de los conflictos propios del Romanticismo (Don Álvaro o la fuerza del sino de Duque de Rivas)

La poesía

   En la poesía romántica se dan dos tendencias. Por un lado, la poesía de carácter histórico-legendario y altisonante (Rivas, Zorrilla, Espronceda); por otro, una poesía de carácter lírico-sentimental (Bécquer, Rosalía de Castro).

      La poesía romántica es fuertemente subjetiva. Sus rasgos más destacables son:

a. El empleo de abundantes recursos retóricos y simbólicos: imágenes, metáforas y comparaciones entre el mundo natural y los estados anímicos.

b. La altura tonal en la línea melódica con la abundancia de recursos efectistas: exclamación, interrogación, apóstrofe.

c. La polimetría. La utilización en un mismo poema de diversas estrofas. Las estrofas más comunes fueron la Silva, la octava, el romance y la estrofa manriqueña.


La prosa

La prosa romántica contó con tres tipos de manifestaciones:

a. La novela histórica. El nacimiento de este género se explica por el interés de los románticos hacia el pasado, especialmente la Edad Media. La novela histórica es un claro ejemplo de la evasión romántica. (Sancho Saldaña (1834) de José de Espronceda, El doncel de Don Enrique el Doliente (1834) de Larra)

b. Las leyendas. Es un género que recoge el gusto romántico por el misterio. (Cantos del trovador de José Zorrilla, Leyendas de Bécquer)

c. El costumbrismo. El costumbrismo es la manifestación más importante de la prosa romántica. Es el resultado de una minuciosa observación de la realidad, pero de una realidad especialmente popular, folklórica y pintoresca.

    El artículo de costumbres es un género breve, difundido por la prensa.

   En la primera mitad del siglo XIX surgieron bastantes escritores costumbristas que solían cultivar este género bajo el disfraz del seudónimo: El Pobrecito hablador y Fígaro (Larra); El Curioso Parlante

(Mesonero); El Solitario (Estébanez Calderón)...

La aparición del costumbrismo se puede justificar, entre otras, por las siguientes causas:

• La necesidad de testimoniar la transición española de principios del XIX.

• Fijar con exactitud la esencia del país.

• Ser el reflejo de una realidad ignorada por el historiador.

  Los artículos de costumbres se publicaron en la prensa española desde 1828, pero hay dos publicaciones muy representativas:

   El Semanario Pintoresco Español, empezó a publicarse en abril de 1836 y fue dirigido algunos años por Mesonero Romanos. El periódico publicaba desde descripciones de animales hasta escritos de divulgación científica. Y Los españoles pintados por sí mismos (1843-44). Contenía artículos que pretendían reflejar la realidad española a base de la descripción de tipos característicos.



Fuente:http://www.materialesdelengua.org/LITERATURA/HISTORIA_LITERATURA/LARRA/f_larra_romanticismo_caracteristicas.pdf´

Publicado por: Eslany Indriago, Milimar López y Sergio Pineda,